Del bautismo de Cristo a nuestro bautismo. ¡Qué gran misterio encierra el bautismo de nuestro Señor y Salvador! El Padre se deja oír desde lo alto del cielo, el Hijo es visto en la tierra, el Espíritu …Más
Del bautismo de Cristo a nuestro bautismo.

¡Qué gran misterio encierra el bautismo de nuestro Señor y Salvador! El Padre se deja oír desde lo alto del cielo, el Hijo es visto en la tierra, el Espíritu Santo se muestra bajo la forma de una paloma. Porque no hay verdadero bautismo ni verdadera remisión de los pecados allí donde no hay la verdadera Trinidad... El bautismo que da la Iglesia es único y verdadero, sólo se da una vez y, siendo sumergidos una sola vez, somos purificados y renovados. Purificados porque se deja la suciedad del pecado; renovados, porque se resucita para una vida nueva después de haberse despojado de la vetustez del pecado.

En el bautismo del Señor, pues, los cielos se abren a fin de que, por el baño del nuevo nacimiento, descubramos que el Reino de los cielos se abre a los creyentes, tal como lo dice la palabra del Señor: “El que no nazca de nuevo no puede ver el Reino de Dios” (Jn 3,5). Entra en él, pues, el que renace y no descuida perseverar en su bautismo...

Puesto que nuestro Señor vino a darnos el nuevo bautismo para la salvación del género humano y la remisión de todos los pecados, ha querido él mismo ser bautizado primero, no para ser despojado del pecado pues no lo había cometido, sino para santificar las aguas del bautismo y así destruir los pecados de todos los creyentes renacidos por las aguas del bautismo.

San Cromacio de Aquilea (¿-407) obispo
Sermones sobre la Epifanía, 34; CCL 9A, 156-157
Tina 13
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